Un aspecto clave en el desequilibrio de la microbiota intestinal es la dieta. El consumo excesivo de alimentos procesados y azúcares, junto con una deficiencia en la ingesta de fibra y alimentos naturales, puede promover un ambiente propicio para el crecimiento de bacterias patógenas en el intestino. Además, el uso inapropiado de antibióticos, el estrés crónico y la falta de ejercicio también pueden contribuir a la disbiosis.
Las repercusiones de la disbiosis en la salud son variadas y pueden afectar diferentes sistemas del cuerpo. Desde problemas digestivos como gases, hinchazón, estreñimiento o diarrea, hasta un sistema inmunológico debilitado y una mayor predisposición a la inflamación crónica. Además, se ha asociado la disbiosis con trastornos metabólicos como la obesidad y la resistencia a la insulina, así como con alteraciones mentales, aunque estos vínculos aún están siendo investigados en detalle.