Los síntomas previos a un infarto suelen incluir dolor en el pecho, que a menudo se irradia hacia los brazos, hombros, cuello, mandíbula y espalda, generalmente del lado izquierdo. También pueden presentarse una sensación de acidez o indigestión, dificultad para respirar, mareo, náusea, debilidad, desvanecimiento y sudoración.
Estos síntomas pueden variar en intensidad, pero es importante reconocerlos y buscar atención médica inmediata si se experimentan.
Una alimentación saludable como la dieta mediterránea puede contribuir a la prevención de enfermedades cardiovasculares e infartos; ésta se caracteriza por ser rica en aceite de oliva, frutas, verduras, cereales de grano entero y pescados; además de un bajo consumo de carnes rojas.
Además, la ingesta moderada de frutos secos, como nueces y almendras, es beneficiosa para la salud del corazón debido a su contenido en ácidos grasos saludables, antioxidantes y fibra.
También es importante cuidar la salud de la microbiota intestinal. Se ha observado que personas que sufren un infarto tienen un desequilibrio bacteriano, con mayor abundancia de bacterias que producen sustancias perjudiciales para la salud cardiovascular. El consumo de probióticos como los Lactobacillus casei Shirota puede ser un aliado, que al favorecer el equilibrio de las bacterias intestinales, puede influir positivamente en la salud cardiovascular.