Las emociones influyen directamente en la elección y preferencias de los alimentos; incluso hasta en la calidad y cantidades, debido a que los estados de ánimo crean conexiones con lo que comemos.
Te contamos cuáles son las principales:
-El enojo, apatía, ansiedad y aburrimiento se relacionan con un incremento de alimentos con más Calorías
-Los niveles de estrés elevado suprimen el apetito en la mayoría de personas.
-Para controlar una emoción negativa, se ha observado la preferencia por el consumo de dulces, postres, chocolates y alimentos altos en grasas.
Es importante diferenciar el “hambre emocional” del “hambre real” y optar por hábitos de alimentación que incluyan verduras, frutas, cereales integrales, grasas saludables y probióticos como los Lactobacillus casei Shirota, que contribuyen a una buena salud intestinal, física y mental.